Tus manos tendidas, sobre mi cuerpo, ahogándome dolores, angustias,
ablandandome, haciéndome fuerte, a cada paso, a cada trazo de vida.
Tus manos como canción, como consuelo, como barquitos de papel
durmiendo mi infancia, durmiendo mi sueño, congelando mi pasado como recuerdo.
Aquí sigues tú a mi lado, con cada tropiezo que voy dando, tú, mi escalón, mi peldaño,
la mano que me recoge, que supo ahuyentar, fantasmas, lobos, que solían asomarse por debajo de mis sábanas
que aún sigue ahuyentando, miedos, que se siguen presentando.
Las plegarias para dormirme, el negrito que escapa del diablo blanco, el sueño con serpientes que dormido
se hace presente, y todavía más.
Horneando, corriendo, luchando, blasfemando, destruyendo muros, para verme reír.
Sangrando, y renaciendo, entre cenizas para hacerme feliz.
Cuánto ha de dar un ser por iluminar un rostro?
Cuánto a de ser, siendo por otros?
mi diosa pagana, mi refugio, tus brazos son el calor que emana el sol,
son el iglú de un esquimal, son el verso que le falta a mi poesía,
son la revolución que tanto anhelo, son el camino del sueño a la poesía.
Son la verdad, la razón, son los brazos de la única heroína.
Cuántas mañanas tendidos al sol, cuantas noches de lágrimas, tu secando las mías, yo secando las tuyas,
cuántas formas de amor tan diferentes, cuantas escapadas a tu cama, filtrándome de niño, solo para estar contigo, sólo para que tu aroma caiga sobre mi pecho, para dormir en paz, en tu paz.
Cuántas hojas de un álbum que llenan tus cálidas despedidas, a la hora de partir, tus cálidos abrazos a la hora de llegar.
Madre, compañera, amiga incondicional.
Cuántas canciones, poesías, Mi niñez, bañada tras cada balada de otoño, de vez en cuando la vida sumergiéndonos el uno al otro, tú gritando que dejara de joder con la pelota, yo haciendo caso omiso, travieso, como cualquier niño. Y es que a menudo a tí me parezco, con tanta lucha encima, con tantos sueños rotos, y así ambos nos dimos las primeras satisfacciones. Y aunque nunca fui de goma siempre me bastaron tus cuentos para dormir.
Mi guía, mi espejo, las veces que calle por no decir te necesito.
Tus manos siguen cálidas, entre mañanas de café con leches, tostadas, noches de Silvio, Dolina, Serrat, Sabina,
De crecer contigo, de equivocarme y sonreír al saber que jamás vas a juzgarme. Tardes de playa, mate, arena, discusiones banales, de mi personalidad que a veces se excede, de tu falta de rencor, de tu abundancia de amor.
De los días que aún restan por vivir.
De los besos que aún tengo para darte, de los brazos que aún me quedan para abrazarte hasta sangrar, hasta reír, hasta llorar.
MP